
02 Sep Volver a empezar
Ayer fue 1 de septiembre. Otra vez. A nadie le pilla por sorpresa: este día llega, año tras año, a la misma altura. Como todos los demás días, como todos los demás años. Lo que tiene de particular es que marca el inicio del calendario escolar, la famosa «vuelta al cole». Coincide también, en muchos casos, con la reincorporación al trabajo de muchos adultos que no querrían abandonar nunca su puesto temporal en el departamento de vacaciones.
Para algunos, el inicio de este mes se convierte en el momento de arrojar sobre todo una mirada lánguida. Se acaban los días de playa, los paseos sin horarios, las fiestas en los pueblos, los festivales en cada rincón, el ruido de risas y copas en las comidas y cenas, el ver a los primos a diario. Para otros, este arranque es la excusa perfecta para aferrarse a un mantra casi obsesivo, el de aprovechar para dar un cambio radical a sus vidas, el de marcarse todos los objetivos habidos y por haber, el de anotarse de nuevo en el gimnasio tras el fracaso de la Operación Bikini; es decir, una suerte de 1 de enero.
Hoy en día es fácil identificar quién está en las filas del primer equipo, y quién en las del segundo. Las redes sociales nos facilitan el análisis. Tu compañero de trabajo barniza con un filtro otoñal el carrete completo de fotos de sus pies descalzos sobre la arena fina, de las increíbles puestas de sol de las que ha sido testigo; tu prima no para de compartir vídeos donde entrenadores (aka personal trainers) se meten la paliza de tu vida (que no de la suya, ellos aguantan estupendamente) a base de abdominales, sentadillas y mil contorsionismos más; tu amigo de la infancia ha decidido que se va a hacer el tatuaje que lleva amenazando con hacerse desde los veinte años (desconocemos qué lo frenó en los anteriores 1 de septiembre).
Empezar el mes número nueve del año se convierte, de repente, en un mixtifori de dimensiones bíblicas (para quienes seguís con atención los #palabros de Instagram, sabéis que no podía dejar pasar la ocasión de utilizar este). El hecho es que yo nunca sé dónde posicionarme, a qué equipo unirme. Parte de mí siente el cosquilleo propio de las nuevas promesas, de las oportunidades. Siento también cierta atracción, no lo esconderé a estas alturas, por lo nostálgico, por lo que ya se terminó. El pasado tiene siempre el poder de confudirnos y hacernos perder de vista lo que tenemos, el presente, y lo que podemos tener, el futuro. Un poder que nosotros mismos le concedemos, claro. Por esa misma razón, nunca sé si situarme en un término medio. Eso supondría no pertenecer a nadie, estar solo. Y si bien la soledad es una de las amistades con las que mejor me entiendo, en septiembre me dejo llevar un poco. Al menos, en su arranque.
Así que decido, si no formar parte de un equipo, sí apoyarlos a todos. Porque no tengo por qué tomar partido, no es una competición. Es la vida. Y si a mi alrededor quieren sentirse morriñosos, soñadores o hacerse un tatuaje, quién soy yo para llevarles la contraria. Es innegable que, como cualquier otra fecha reconocida en el calendario, el 1 de septiembre puede fijarse como posición de salida para alcanzar cualquier meta. Es igual de innegable que volvemos a empezar, como cada día. Y, todo sea dicho, los inicios, si son buscados, gustan. Empezar un curso nuevo gusta, aunque también provoque nervios. Anotarse a una nueva actividad (sea un deporte, hacer cerámica, clases de idiomas, aprender a tocar un instrumento musical…) gusta, aunque estemos dubitativos mientras no nos estrenamos o le cogemos el pulso. Comenzar procesos que pueden mejorar nuestro día a día, que es lo único que tenemos de base, gusta.
Por mi parte, como gallego que soy, le dejaré un hueco a la morriña (pequeño, para que tenga un regusto agradable y no mohíno). No me tatuaré, ni tampoco haré más sentadillas de las que mis ya maltrechas rodillas pueden afrontar. Pero, un septiembre más, confiaré en las oportunidades. En las que yo mismo creo y cuyo éxito, de entrada, no solo depende de mí mismo. Confiaré en que el trabajo realizado dé los frutos que quiero. Y, de no hacerlo mediante las vías en las que he querido confiar, buscaré alternativas. Con el paso de los años, he aprendido que no hay una sola manera de hacer las cosas; hay la que ansiamos en primer lugar, que no siempre es la más conveniente (aunque sí la más idealizada). La cuestión es proponerse hacer lo que queremos hacer. Y hacerlo.
Eso he aprendido de cada comienzo de septiembre: que volver a empezar tiene distintas formas para cada persona, pero el fondo ante el que nos desplazamos es el mismo. Todos los calendarios tienen el mismo número de hojas. Es decisión de cada uno pasarlas o vivirlas.
Noemi Romeo
Publicado a las 15:02h, 02 septiembreMe ha encantado, lo he terminado con una sonrisa de adelante! y con los ojillos de morriña como buena gallega.
Abundancia y confianza le pido yo a este nuevo Septiembre. Aquí lo dejo escrito para que se me materialice jaja 🙂
Admin
Publicado a las 08:11h, 03 septiembreSeguro que dejar constancia por escrito no sobra, es ya una declaración de intenciones. Así que espero que la abundancia y la confianza sean compañeras habituales desde este septiembre. Muchas gracias por tu tiempo, Noemi.