
18 Ago ¿QUÉ NOS QUEDARÁ?
Seguro que no es la primera vez que alguien escribe un texto que sitúa al algoritmo (al de Instagram, en concreto, aunque de algoritmos se ha llenado nuestro día a día) en el centro de la diana. Muy probablemente, aunque estas palabras empiecen a cubrirse ya de un tono de queja o lamento, Mark Zuckerberg sonreiría si algún subordinado se acercase para decirle que en la red se ha publicado algún tipo de protesta. A fin de cuentas, su propia plataforma es la empleada para funcionar de altavoz. Uno de los efectos colaterales de esta aparente falta de alternativas.
Lo cierto es que, a estas alturas, pocos pueden ya asombrarse al leer o escuchar que el algoritmo de la red social por excelencia (a día de hoy) castiga a los creadores de contenido. A sus usuarios, vaya. Lo hace de una manera que debería resultar sorprendente y, de hecho, incoherente: escondiendo sus publicaciones. Sí, «esconder» no es un verbo escogido al azar. Es el verbo apropiado. Porque define sin faltar a la verdad la estrategia ideada por Instagram. Son amos y señores de su empresa, por supuesto, y nosotros además consentimos como usuarios cualquier ocurrencia peligrosa sin tan siquiera leer qué estamos aprobando; nos encanta leer párrafos breves, así funcionan los códigos en internet, y ellos aprovechan para publicar parrafadas indigestas cada vez que necesitan que validemos algo. Pero, regresando al tema principal, la pregunta es obligada: ¿por qué? ¿Por qué esconder aquello que algunos quieren mostrar y otros desean ver?
Los propios datos y estadísticas que facilita la plataforma indican que, en efecto, las publicaciones tienen cada vez un menor alcance. Es decir: si yo publico un nuevo vídeo, un nuevo texto, un nuevo reel, por sistema van a verlo cada vez menos seguidores. No porque no les interese (no al menos necesariamente), sino porque no les va a aparecer en su cuenta. ¿Tiene esto algo de sentido?
Todo tiene sentido, así como todo lo que se puede tener, se puede perder. Estoy diciendo eso mismo, sí: alguien ha perdido el sentido. Estoy alzando el dedo acusador. Pero ¿hacia dónde lo dirijo? ¿Hacia quienes dictan las normas, o hacia quienes las aceptan? Hace unas semanas, Leire Larrañaga (@leirelarra en Instagram) compartió una publicación que se hizo viral, donde señalaba maneras de «combatir» el algoritmo y facilitar que aquellos a quienes seguimos y cuyo contenido nos interesa no desaparezcan de nuestras pantallas, de nuestras vidas: activar las notificaciones de esas cuentas yendo a su perfil, interactuar con su contenido de manera regular, etcétera. O lo que es lo mismo: siguiendo una serie de normas. El sencillo patrón que se había establecido ha saltado por los aires. Ya no sirve con seguir a aquellas personas que, según el parecer de cada uno de nosotros, tienen algo valioso que decir o compartir. Su contenido, por más que lo aprecies, no destacará entre… ¿Entre qué?
Entre los cientos de publicaciones que Instagram ha decidido, transformando la personalidad de su algoritmo, que tienes que ver. Vídeos que apenas guardan relación con las cuentas que sigues, con el contenido con el que interactúas… Vídeos, en definitiva, que provienen o imitan los de otra red social. TikTok. A la todopoderosa Instagram le ha salido en estos últimos años una competidora. No solo eso, le gana ya en cuanto a lo de fidelizar a un tipo de público: el más joven.
No quiero reducir esto a lanzar piedras contra un imperio al que no le haría el menor rasguño, teniendo en cuenta que la piedra, para empezar, caería a mitad de recorrrido. Pero sí creo tener razones para lamentarme, como persona con ánimo de compartir cosas y, sobre todo, de recibir conocimiento. En Instagram he descubierto a gente que me ha descubierto lecturas que me han descubierto reflexiones, debates y propuestas que no he podido disfrutar más. De eso va, o de eso iba. Descubrir, palabra clave; disfrutar, también. Ahora, sin embargo, a menudo me encuentro cautivo de la técnica scroll (deslizar el dedo por la pantalla enlazando una publicación tras otra, sin encontrar apenas nada que llame por completo mi atención o sume a mi aprendizaje). Sé que esto le pasa a más gente. Sé que somos muchos los que nos vemos presos de estos nuevos códigos que restan en lugar de sumar.
Hasta hace no mucho, las cosas se hacían bien. O, al menos, algunas cosas se hacían bien. Un lunes por la mañana, un jueves por la tarde, un domingo por la noche, abrías la aplicación y podías encontrarte con publicaciones provechosas, atractivas, curiosas, interesantes, estimulantes. ¿Y ahora? Casi anticipas lo que estás a punto de ver. Reels, más reels. La misma canción, el mismo reto, el mismo audio, las mismas intenciones. Y si te decides a crear algo que no contiene la misma canción, el mismo reto, el mismo audio, las mismas intenciones, las estadísticas te soltarán una bofetada. «No te vamos a mostrar a nadie», parecen decir, «porque estás haciendo algo distinto a lo que necesitamos».
Sí, nos gusta sentirnos parte de una comunidad (a algunos les encanta el término «tribu»), pero si cada uno puede desarrollar su propia personalidad. No somos réplicas, no deberíamos aspirar a serlo. La gente con la que comparto intereses o aficiones no me interesa tanto por hacer lo mismo que yo como por lo que me puede aportar su visión u opinión al respecto. Me gusta sorprenderme, me gusta aprender, me gusta discrepar. Si todos hacemos lo mismo, ¿qué nos quedará?
Laura Espelt
Publicado a las 07:30h, 19 agostoLas newsletter, la membresía, las páginas web propias e ir abandonando las redes sociales para ir sembrando un «hogar digital propio». Así lo veo yo. A lo mejor están creando todos estos algoritmos para ver como actúan los usuarios e ir pensando como lanzar el meta de forma exitosa. ¿Qué se consume más? ¿Conocimiento o distracción/evasión? ¿Qué nos quedará? La realidad personal, física. La que estamos perdiendo.
Y me gustan las redes pero nos distraen, a veces.
Admin
Publicado a las 08:22h, 19 agostoEs interesante esa reflexión de que quizás estén probando de cara a nuevas estrategias definitivas, que tengan que ver por ejemplo con el traslado al mundo Meta.
Pero sí, la realidad ahora mismo es que las redes aportan, pero cada vez distraen más. Y no nos queremos distraídos (no al menos por encima de cualquier otra posibilidad más enriquecedora). Gracias por tus palabras, Laura.
Rocío Montero Ledesma
Publicado a las 08:30h, 19 agostoMaravilloso texto. Para darle una vuelta y reflexionar. Como siempre, gracias Paulo. Abrazos.
Admin
Publicado a las 06:59h, 22 agostoTocará darle unas cuantas vueltas a este tema, eso parece. Muchas gracias por tus palabras y tu tiempo, Rocío.
tranquilitamente
Publicado a las 16:29h, 20 agostopues me da que al final retomamos los clásicos y volvemos al blog. ahora que ya se dice alto y claro que la multitarea no existe, y que escribir a mano es algo que deberíamos hacer a diario, igual lo de volver a leer párrafos de más de tres líneas plasmados en un medio no volátil vuelve a ser tendencia… ¡un saludo!
Admin
Publicado a las 07:02h, 22 agostoParece que blogs y newsletters vuelven a coger un poco de fuerza, a falta de otros formatos que se postulen como alternativas para establecer comunicación y compartir información. Y lo de escribir a mano lo hemos dejado de lado, pero es cierto que algo tiene. Veremos si los párrafos de más de tres líneas vuelven a ser tolerados (espero que sí, por la cuenta que nos trae a algunos). Gracias por tu comentario, ¡saludos!