OBRA MAESTRA

OBRA MAESTRA

Hay autores que persiguen un gran argumento, o que son perseguidos por él. Luego se vuelcan en desarrollarlo por escrito con mayor o menor fortuna, dicha, intuición. Nada fácil. A otros, por el contrario, los asalta una idea. En ocasiones, de lo más abstracta. Aparece un estímulo y este sufre una metamorfosis (o es el autor el que la experimenta) que desemboca en, por ejemplo, una novela.

Juan Tallón es ese tipo de autor que lleva al lector a no tener claro dónde reside el origen de todo. Él puede contártelo, y tú puedes no creértelo. ¿Cómo y en qué momento un escritor decide dedicar su tiempo y tantos esfuerzos a un trabajo literario que orbite en torno a una obra de arte, más concretamente a una desaparecida del almacén donde había sido relegada casi al olvido? ¿Cuál es la intención, el propósito, de ponerse al servicio de una idea casi tan abstracta como la escultura perdida?

En Rewind, su anterior y celebrado trabajo, Tallón había jugado con la forma para acercarnos como lectores al fondo por medio de una experiencia no tan convencional. En Obra maestra, dicho recurso se magnifica. Tiene el pretexto perfecto: la base de esta historia es una escultura de 38 toneladas dividida en varios bloques que juegan con la perspectiva del espectador. O que jugaban, cuando la obra todavía presidía la sala del Museo Reina Sofía para la que fue encargada; la original, no la réplica que hubo que solicitar para intentar salvar el bochorno de «perder» algo tan obscenamente difícil de transportar, de robar, de destruir.

La decisión más ambiciosa de Tallón para abordar esa astilla, o idea, incrustada en su cabeza durante tantos años es la de componer un relato coral, la de exponer los hechos a través de más de setenta voces distintas. Es citar esto y que el peso de la escultura parezca hasta ligero. El autor reconstruye la mirada de todos aquellos personajes, principales, secundarios e incluso terciarios, que tuvieron alguna relación con Equall-Parallel/Guernica-Bengasi, la creación del reconocido escultor estadounidense Richard Serra que ocupó más titulares de prensa cuando dejó de saberse si, como el gato de Schrödinger, seguía viva o estaba muerta. 

Es al llegar al final de la novela cuando Tallón se desenmascara (o enmascara, quién sabe si llegamos a salir por completo del relato de ficción) a sí mismo y nos hace entender con más intimidad el porqué de este trabajo, la motivación para componerlo de esta manera. En Obra maestra la danza entre ficción y realidad es constante, de un ritmo medido y regular. Acerca un tipo de arte a quienes no están muy familiarizados con él, humaniza a personas con cargos y responsabilidades que acostumbramos a ver con un filtro mecánico y autómata (en algún caso, constata también que entre nosotros hay cíborgs que tienen demasiado poder de decisión). Pero, sobre todo, rescata un caso que muchos desconocíamos y que otros tantos habían borrado ya de su memoria. No resulta fácil almacenar un recuerdo de 38 toneladas. Y sin embargo volver a él a través de esta novela resulta una experiencia sorprendente, hasta el punto de desear que en las últimas páginas se nos revele el misterio. Hay tantos elementos que darían para armar un thriller, para componer una obra humorística, para crear una tragedia absurda, que sorprende que Tallón haya sorteado todas estas posibilidades para narrar algo totalmente distinto. Demuestra así que lo importante no es solo el resultado final, la travesía vale también su peso en oro. O en acero corten. 

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