
09 Sep Me hago mayor
«Me hago mayor». Cuántas veces no habremos utilizado (o escuchado) esta frase para expresar resignación ante una propuesta que ha dejado de resultarnos accesible, ante una realidad que se dibuja ya lejana. «Qué le quieres, me hago mayor», «es lo que hay, me hago mayor». Una frase comodín, una apostilla, cuando negamos con la cabeza si nos proponen salir a correr por el parque, cuando declinamos unirnos a un plan que, por la razón que sea, no nos apetece. Cuando compartimos una opinión que no encaja con lo que veníamos defendiendo o, más bien, con lo que se esperaba que defendiésemos.
Alzo la mano y admito mi culpa: en los últimos tiempos esta frase se ha vuelto acotación cotidiana en mis respuestas, al menos en aquellas que no han satisfecho a quienes las buscaban. Pero no es de este significado del que quiero hablar, porque dicha sentencia tiene otros sentidos. Me hago mayor, y no solo lo digo. También lo siento. Me lo señalan el niño y el adolescente que un día fui.
Con diez años, cayó en mis manos Harry Potter y la piedra filosofal. Tuve la enorme fortuna de leerlo antes de que se conviertese en un fenómeno (iba a matizar «literario», pero la saga ha trascendido muchos otros campos) inigualable, y todavía recuerdo la sensación que me causaba terminar de cenar con prisa para meterme en la cama y regresar a ese mundo de fantasía al que me invitaban sus páginas. Era algo extraordinario; era eso, pura fantasía. Porque por aquel entonces la fantasía colmaba mis sentidos y buena parte de mi tiempo. No me cerraba a un solo tipo de ficción; por así decirlo, estaba abierto a cualquier propuesta que me estimulase. Por esa razón, Stephen King era otro de mis autores de cabecera. Y entre él y J. K. Rowling, por mucho respeto que se manifiesten mutuamente, hay varios mundos de distancia.
Con el cine ocurría lo mismo. Once años tenía cuando desaparecieron a mi alrededor los cientos de personas que abarrotaban la sala para ver la esperada El señor de los anillos: la comunidad del anillo. De nuevo transportado a un mundo mágico, repleto de seres míticos y fantásticos. Pero antes de eso, incluso, podía desgastar en el reproductor de vídeo que había en casa los VHS de La guerra de las galaxias o de E.T., ver cada Navidad con la ilusión intacta películas como Gremlins o Willow, y muchas más de las que tristemente me he ido olvidando. «¿Adónde quiere llegar con eso?», os preguntaréis. «A que me hago mayor», os responderé yo. O quizás sea tarde. Quizás ya me he hecho mayor.
Aprecio todavía los mundos de fantasía y de ciencia ficción, pero si me centro en la realidad, lo cierto es que cada vez consumo menos historias de estos géneros. Tanto en libros como en películas. No tiene nada de malo, por supuesto, tampoco sé si tiene algo de bueno. La realidad es la que es, y solo la modifico cuando me siento a escribir guiones o novelas (y esto, por ahora, es un mero texto). El mes pasado leí Adiós, pequeño, la última novela de Máximo Huerta, uno de los relatos más íntimos y conmovedores que he disfrutado en estos últimos años. Me sorprendió (me sacudió) su desnudez, la universalidad de unos hechos tan humanos y tan íntimos. Dos meses antes, salía del cine enternecido tras ver Alcarràs, que opta a ser la película que nos represente en la próxima edición de los Óscar. Otra propuesta íntima, un retrato generacional: una historia que habla de la vida misma, sin aspavientos y con mucha verosimilitud.
¿Y qué tiene que ver esto con lo de hacerse mayor? Tiene que ver con que a mi yo infantil y a mi yo adolescente, estas cosas les parecían de mayores. Para ellos, eso significaba hacerse mayor. Dejarse llevar por historias que nada tenían de mágico, de fantástico, no al menos en su acepción más convencional. Esos eran libros y películas para mayores. ¿Quién elegiría leer la confesión que un hijo hace sobre la relación con sus padres, teniendo al alcance una distopía tan impactante como la que ofrecen Los juegos del hambre? ¿Quién escoge meterse en una sala de cine para ver un drama rural, en lugar de abstraerse con los fuegos artificiales de cualquier personaje de Marvel?
Así pensarían mi yo infantil y mi yo adolescente. Y, sin embargo, se da una curiosa paradoja en la que no paro de pensar. Las historias que llenan ahora mis días, esas que me hacen sentir mayor, conectan todas con la infancia. Son las voces de adultos que regresan a lo que un día fueron: niños. Es el retorno a la infancia en el marco de la familia, en el de la amistad, en el de la ingenuidad. Historias que se detienen en la pérdida de la inocencia, que ahondan en el paso de la niñez a la adolescencia o de la adolescencia a la madurez.
Así que llego a la siguiente conclusión: hacerse mayor es volver a ser niño. E ir contra la lógica me gusta, porque tiene mucho que ver con las leyes de lo mágico, de lo fantástico. Por eso no tengo problema en pronunciar la frase. Me hago mayor. No tengo problema ni cuando un plan no me convence ni cuando disfruto de una historia que me hace cenar con prisa para meterme en la cama y seguir disfrutando de la fantasía. Por más real que parezca ahora esta.
Laura Espelt
Publicado a las 08:35h, 09 septiembreMaravilloso. Sin palabras 🙏🏻
Admin
Publicado a las 12:45h, 09 septiembreMuchas gracias, Laura, por tu comentario y por tu tiempo.
Conchita
Publicado a las 10:42h, 09 septiembreMaravilla de texto Paulo , todos esos YO
s tienen cabida, cada momento tiene su tiempo. Adiós, pequeño te hace sacar cada uno de ellos, por muy ocultos que creyéramos que estaban. Igual también me estoy haciendo mayor. Aprovechemos y disfrutemos cada YO
Admin
Publicado a las 12:47h, 09 septiembreEfectivamente, todos esos yos nos pertenecen y los llevamos con nosotros en las diferentes etapas que tienen nuestras vidas. Se trata de aprovecharlos y disfrutarlos, como tú dices. Muchas gracias por tu comentario y por tu tiempo.
Lucia
Publicado a las 11:30h, 09 septiembreGracias!! Me identifico por completo
Admin
Publicado a las 12:48h, 09 septiembreMe alegra saber que es así. Muchas gracias a ti por leer el texto, Lucía.
Asunción
Publicado a las 12:32h, 09 septiembreTexto y vida….
Das ese sentido a las palabras que hacen que algo se mueva por dentro.
Hacerse mayor o llenarse de experiencia y valorar lo que si y lo que no.
Graciasssss
Admin
Publicado a las 12:48h, 09 septiembreMuchas gracias por tus palabras, Asunción. Hacerse mayor y llenarse de experiencia, esa es la clave, convertir ambos conceptos en uno solo.
Laura
Publicado a las 17:03h, 09 septiembreQué bonito escribes y qué identificada me siento con este texto y muchos otros tuyos que leo.
Leí este verano “Adiós, pequeño” y pensé, madre mía, era el momento adecuado para leerlo, hace años, tal vez, no lo hubiera disfrutado igual….
Siempre he pensado que tanto las películas como los libros tienen su momento ahora leyéndote a ti, estoy más segura de ello.
Gracias.
Admin
Publicado a las 17:12h, 09 septiembreYo también creo que las historias (sean en formato libro, película o incluso canción) tienen su momento, y que ese momento lo construimos nosotros con nuestras circunstancias. Muchas gracias a ti por tus palabras, Laura.