Malaventura

Malaventura

Fernando Navarro es guionista de profesión. Un rápido vistazo a su filmografía deja al descubierto su carácter ecléctico: en ella encontramos desde comedias a películas de terror, pasando por series de distinto género y películas donde la tensión lo empapa todo. Es en estas últimas, sobre todo, donde podemos reconocer la esencia que contiene su primera obra literaria, Malaventura. Sin embargo, no es ese tipo de tensión que recorre aquellas historias donde abundan más las explosiones que los diálogos. Es la tensión entendida como la historia misma.

Al hablar del género de estos filmes, se suele recurrir al concepto «de acción». Pero en Malaventura la acción desaparece por momentos. El punto de partida son imágenes, contundentes y brutales, de una fuerza cegadora como el sol que parece ajusticiar a los distintos personajes que transitan las páginas de una novela que no es novela, ni tampoco una colección de relatos. Las imágenes cobran entonces vida, más que la que tienen muchos de los personajes. La atmósfera es por momentos asfixiante, el paisaje encierra significados que se abren a medida que el relato avanza, o que por el contrario se esconden, dejando desvalido al lector.

Y por encima de todo esto está el lenguaje, el estilo del autor. Una voz narrativa que resulta casi hipnótica, mediante la que las palabras sisean a veces como serpientes, donde otras veces borbotean como burbujas de sangre. Porque sangre hay en esta historia, aunque no siempre de manera explícita. La sangre bombea, fluye, se detiene. Y ese ritmo nos lleva de unas historias a otras, de unos perdedores a otros. De perdedores está salpicada toda la obra, pero nunca iguales. Y no siempre entendidos como tal; el juicio o la perspectiva del lector deben jugar también su papel. No hay héroes o villanos estereotipados, hay seres humanos (y otros que no tanto) obligados a enfrentar lo que la vida, en una Andalucía casi atemporal, ha dispuesto para cada uno de ellos.

Se ha hablado de wéstern español para referirse a esta obra, también de neorromancero. Surgirán más etiquetas, y todas tendrán probablemente una justificación. Lo importante es que este libro se lee sin buscar un género concreto, la precisión va por otro lado, por el de las líneas que componen las páginas. La precisión en la mirada del narrador, en las imágenes construidas con detalle, en las acciones marcadas sin ninguna ampulosidad. Malaventura es y no es un retrato del sur de nuestra geografía, es y no es una radiografía de la venganza, es y no es un relato cargado de simbolismo y poesía. Como decía al comienzo, Malaventura son los distintos rostros de la tensión hechos literatura.

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